Sabemos, que en la Iglesia, como en todas
las Instituciones, formadas por seres humanos,
hay buenos, menos buenos y malos.
Sólo Dios juzga las intenciones de sus hijos.
Pero la Iglesia tiene autoridad para discernir
si lo que hacen, omiten, escriben sus hijos es de
acuerdo a la fe y las costumbres.
Cuando no es así se pronuncia siempre con misericordia
y después de haber advertido varias veces a quien
se equivoca para que vuelva al camino.